[Offtopic] Reseña de "El mundo de ayer" de Stefan Zweig
Dejo por una vez el camino pavimentado de los temas que suelo tratar y me desvío por el sendero de una humilde reseña literaria: "El mundo de ayer", de Stefan Zweig.
Hace un par de días terminé de leer “El mundo de ayer”, una suerte de memorias póstumas del afamado escritor judío y austriaco Stefan Zweig. Lo cierto es que se había convertido casi en una lectura obligada tras las muchas recomendaciones que me habían llegado sobre la obra. No podía sospechar el calado y profundidad de lo que estaba a apunto de leer.
Una obra capital para entender nuestra historia reciente
Reconozco que no soy un gran consumidor de literatura no ficción, ya que tiendo a distraerme con facilidad al cabo de una docena de páginas. Este autor, sin embargo, ha conseguido captar mi atención desde el primer momento, no sólo por lo que expresa, sino sobre todo por su enorme talento para la narración, conjugando una gran riqueza de recursos con una precisión quirúrgica en el lenguaje.
No fue hasta cerrar el libro cuando pude empezar a entender la verdadera dimensión de lo que había leído. Este es un testimonio tan conmovedor como atractivo del pasado reciente de Europa y en concreto del periodo entreguerras, si bien él no llegó a vivir todo el horror que vino después (se suicidó junto a su esposa en 1942).
Zweig es el europeo por excelencia, civilizado, culto y tolerante, que vive sumido en la nostalgia por su mundo, que se va desintegrando paulatinamente ante sus ojos. Sus elocuentes y lúcidas reflexiones, su análisis de los cambios socio-políticos que se van produciendo a su alrededor y su visión del exilio son esenciales para entender los cambios que convulsionaron la Europa de finales del sigo XIX hasta mediados del XX.
Pero además de esto Zweig, incesante viajero, tuvo un estrecho contacto con grandes personalidades de la cultura y la política de su época, como Rilke, Freud, Rolland, Mann, Rodin o Hesse. Me parecieron apasionantes los pasajes donde describe sus encuentros y conversaciones con estos intelectuales quienes, al menos para él, son los que construyen y forjan la idea de Europa, por encima incluso de la economía y la política.
La Europa previa a la Primera Guerra Mundial y el fin de la seguridad
El autor nos cuenta en detalle cómo era la vida en el centro de Europa antes de la primera Gran Guerra. Nos describe el ambiente artístico y cultural vibrante de su Viena natal, donde la música, el teatro y la literatura estaban fuertemente arraigados. Nos habla acerca de su amor por la escritura y los inicios de su amistad con otros escritores y artistas de su época.
Lo que me parece más interesante de esta parte del libro es que nos está presentando un mundo, una sociedad europea, donde la seguridad era un valor primordial. Los cambios se producían paso a paso, con lentitud, llegando al punto de que uno podía saber lo que iba a ser de él desde el momento de su nacimiento.
Aquí encuentro un punto que podemos extrapolar al mundo de hoy y que me hizo reflexionar. Los europeos de finales del XIX creían que su mundo era completamente predecible y esa sensación de seguridad les hacía tener una visión plenamente optimista. Vivían en una burbuja apacible donde los derechos se ampliaban casi al mismo ritmo que el progreso técnico. Pero todas estas protecciones y garantías caen como un castillo de naipes ante el gran cataclismo.
Ese paso de la seguridad a la incertidumbre es también un tema de nuestro tiempo. Con la guerra en Ucrania, literalmente a las puertas de Europa y la amenaza del fantasma nuclear que ya creíamos olvidado, probablemente estamos viviendo un escenario que tiene muchos paralelismos con esa etapa de decadencia del imperio austrohúngaro que Zweig presenció.
Porque, al igual que Zweig, nosotros tampoco vamos a verlo venir, de eso estoy convencido:
“Nunca he confiado tanto en la unidad de Europa, nunca he creído tanto en su futuro como en aquella época, en la que nos parecía vislumbrar una nueva aurora. Pero en realidad era ya el resplandor del incendio mundial que se acercaba”.
El autor austriaco nos invita una y otra vez a reflexionar sobre el pasado reciente de Europa y al mismo tiempo acerca de nuestro presente. Hay pensamientos en las memorias de Zweig que pueden ayudarnos a pensar en lo frágiles que son las cosas que damos por estables, cómo de prescindibles son hasta que las perdemos y hasta dónde puede llegar la ceguera voluntaria colectiva.
Guerra, desencanto, exilio final y amargo adiós
Esta obra encarna en todo momento una profunda melancolía por el mundo que amaba y que se desintegró ante sus ojos. Muestra tanto su desencanto personal como el de un siglo que asistió a la destrucción de todas las promesas de libertad, progreso y concordia.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Zweig toma plena consciencia de la esencial tarea de rescatar la unidad espiritual de Europa, frente a los patriotismos exacerbados de la época, que derivaron finalmente en el horrible conflicto bélico.
El final de la Gran Guerra podía pensarse que traería consigo un nuevo mundo de oportunidades fruto del aprendizaje de los errores previos. Sin embargo no ocurrió así, puesto que el tiempo subsiguiente no se configuró como una paz desde la que reinventarse, sino como un periodo de transición hacia otra conflicto bélico mundial.
Y es que, bajo una superficie de apariencia tranquila, que celebraba los valores de la vida y la libertad en los llamados felices años veinte que siguieron a la posguerra:
“…peligrosas corrientes subterráneas recorrían Europa”.
Los totalitarismos brotaron al mismo tiempo que el rencor y el ansia de dominación territorial. Aquello que parecía imposible, el retorno de los horrores de la guerra, reflotó como una certeza que nadie quiso creer durante años, incluso tras el trágico resultado de la Guerra Civil española.
Zweig también vivió las hogueras de libros, ardiendo a instancias del Tercer Reich, junto con la prohibición de sus obras tanto en Alemania como en su Austria natal. Presenció de primera mano el sinsentido al que se abocaba Europa:
“Shakespeare fue proscrito de los escenarios alemanes; Mozart y Wagner, de las salas de conciertos franceses e ingleses; los profesores alemanes explicaban que Dante era germánico; los franceses, que Beethoven era belga (…) No bastaba con que todos los días miles de ciudadanos pacíficos de aquellos países se matasen mutuamente en el frente: en la retaguardia se insultaba y difamaba a los grandes muertos de los países enemigos que desde hacía siglos reposaban mudos en sus tumbas”.
De esta forma, desposeído, aislado y exiliado, el autor austriaco se vio pisoteado por la maquinaria nazi que lo estigmatizaba, no dejándole otro camino que el exilio. Fruto de este profundo y maltrecho desencanto, decidió poner fin a su vida el 22 de febrero de 1942 en Petrópolis, Brasil, junto a su esposa:
“Prefiero, pues, poner fin a mi vida en el momento apropiado, erguido, como un hombre cuyo trabajo cultural siempre ha sido su felicidad más pura y su libertad personal”.
Un apunte final
Por lo que leo, a partir de este año, las obras de Stefan Zweig pasaron a ser de dominio público, por cumplirse 80 años desde el fallecimiento del autor. No sucede lo mismo con sus traducciones, que siguen manteniendo sus derechos.
Sin embargo, esto abre dos vías adicionales de acceso a su obra:
Veremos a muchas editoriales nuevas publicar sus obras, puesto que hasta ahora la editorial Acantilado era la custodia de sus derechos de publicación en España.
Seguro que van a proliferar gran variedad de traducciones libres (de dominio público) de sus obras, lo que ayudará más si cabe a dar a conocer su obra.
En ambos casos creo que se trata de buenas noticias que nos servirán para conocer su dilatada bibliografía en toda su dimensión.